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Fue él quien empezó a difundir el termino Gran explosión, con intención burlona, en un programa de radio en 1952. Dijo que nada de lo que sabíamos de la física podía explicar por qué todo, reducido a un punto, empezaba a expandirse de forma brusca y espectacular.
Según su teoría, la explosión de una estrella genera calor suficiente (100 millones de grados o más) para crear todos los elementos nuevos y esparcirlos por el cosmos, donde formarían nubes gaseosas (lo que se conoce como medio interestelar), que podrían acabar agrupándose en nuevos sistemas solares.
Hace unos 4.600 millones de años se acumuló en el espacio, donde estamos ahora, y empezó a agruparse, un gran remolino de gas y polvo de unos 24.000 millones de kilómetros de anchura. Casi toda su masas (el 99,9% de todo el sistema solar) formó el Sol. Del material flotante que quedaba, dos gramos microscópicos se mantuvieron lo bastante próximos para unirse en virtud de las fuerzas electrostáticas. ese fue el momento de la concepción de nuestro planeta. Y sucedió lo mismo por todo el incipiente sistema solar. Los granos de polvo formaron agrupaciones cada vez mayores al chocar.
Llegó un momento en que esas agrupaciones fueron lo suficientemente grandes para que pudieran calificarse de planetesimales. Como chocaban sin cesar, se fracturaban y escindían y recombinaban en infinitas permutaciones al azar, pero en cada uno de esos choques había un ganador. Algunos de ellos tenían tamaño suficiente para dominar la órbita por la que se desplazaban.
Todo eso sucedió con una rapidez extraordinaria. Se cree que, que la Tierra se formó en sólo 200 millones de años, aunque aún estaba fundida y sometida a bombardeo constante de toda la basura que se mantenía flotando a su alrededor.
Cuando la Tierra tenía sólo un tercio de su futuro tamaño es probable que estuviese empezando a formar una atmósfera, compuesta principalmente de dióxido de carbono, nitrógeno, metano y azufre. No es ni mucho menos el tipo de material que asociaríamos con la vida y, sin embargo, a partir de ese brebaje tóxico se creó la vida. El dióxido de carbono es un potente gas de efecto invernadero. Eso estuvo bien, porque entonces el Sol era significativamente más tenue. Si no hubiésemos disfrutado de la ventaja de un efecto invernadero, posiblemente la Tierra se habría congelado de forma permanente y la vida nunca habría llegado a conseguir un asidero.
Durante los 500 millones de años siguientes, la joven Tierra siguió sometida a un bombardeo implacable de cometas, meteoritos y demás desechos galácticos, que trajeron agua y los componentes necesarios para que surgiera la vida. Aunque era un medio hostil, la vida se puso en marcha.
Alguna diminuta bolsita de sustancias químicas se agitó, palpitó y se hizo animada.
Fuente: Una breve historia de casi todo. BILL BRYSON