El Calendario
Juliano fue instituido por Julio César en el año 46 a.C. como una reforma del
calendario romano. El calendario romano original tenía problemas para
mantenerse sincronizado con las estaciones debido a su sistema lunar. Julio
César consultó con astrónomos y matemáticos egipcios, quienes sugirieron un
calendario solar basado en el año trópico, es decir, la duración del tiempo que
tarda la Tierra en completar una órbita alrededor del Sol, aproximadamente
365.25 días.
El Calendario Juliano dividió el año en 365 días distribuidos en 12 meses, con un día extra cada cuatro años para tener en cuenta el cuarto de día adicional del año solar. Este día extra es lo que conocemos como el año bisiesto. Sin embargo, el cálculo del año bisiesto en el calendario juliano resultó en un ligero exceso de tiempo en comparación con el año solar real.
El Calendario
Gregoriano, introducido por el Papa Gregorio XIII en 1582, fue una modificación
del Calendario Juliano. Se hizo necesario debido a que el desajuste acumulado
entre el calendario y las estaciones estaba causando problemas, especialmente
con la fecha de la Pascua. Para corregir este desajuste, el Papa Gregorio XIII
eliminó diez días del calendario (del 5 al 14 de octubre de 1582) y estableció
una regla más precisa para los años bisiestos. Según el Calendario Gregoriano,
los años son bisiestos si son divisibles por 4, excepto aquellos divisibles por
100 pero no por 400.
El Calendario
Gregoriano es el calendario civil internacional utilizado en la actualidad en
la mayoría de los países del mundo. Sin embargo, hay algunas comunidades y
tradiciones que aún siguen utilizando el Calendario Juliano para determinadas
celebraciones o festividades religiosas.